miércoles, 20 de julio de 2011

REBELION CIUDADANA EN LOS ANDES (I)

Desde Apurímac

No obstante el acuerdo concensuado del Consejo Regional de Apurímac de garantizar la construcción del Hospital de Andahuaylas y de garantizar el Presupuesto Participativo Regional 2010, ascendente a 132 millones de Nuevos Soles, efectuado en la localidad de Curahuasi, el pueblo quechua no ha levantado la huelga indefinida, que se inició hace 10 días. Quieren al Presidente Regional, David Salazar Morote, fuera del cargo.

El renacer de la protesta social

No es una lucha por salarios, alguna reivindicación laboral, social, sectorial, una obra o un proyecto, como en tiempos pasados: es una rebeldía social, masiva, unitaria, total contra la gestión gubernamental - estatal de la región Apurímac, sorprendiendo a “tiros y troyanos” por su amplitud social y territorial, su envergadura política, su espontaneidad programática y el carácter ordenado, disciplinado y pacifico de la lucha, salvo algunas pequeñas y aisladas expresiones de violencia. Los más antiguos dicen que es la lucha más impresionante de las últimas décadas. Renace y se fortalece la protesta social, luego de los aciagos años de violencia política que destruyó el andamiaje social construido en los sesenta y setenta, liquidando toda una generación de dirigentes y luchadores del campesinado y la clase media rural y urbana, frenado así, las posibilidades que estas clases insurgentes post reforma agraria pudieran consolidar una nueva clase dirigente y gobernante que sustituyera a la vieja casta dominada por terratenientes y gamonales y tomar las riendas de su destino para construir una sociedad regional basada en la justicia social, la inter culturalidad  y la democracia.

Sacudiéndose del temor, la apatía y la dispersión, miles y miles de ciudadanos abanquinos, de nacimiento y corazón, dejaron el escritorio, el kiosco, el puesto de mercado, la tienda y sus taxis, para movilizarse todos los días, mañana, tarde y noche, por las calles de esta primaveral ciudad. Días después se han ido sumando pobladores, líderes y autoridades de Aymaraes, Antabamba, Cotabambas y Grau, con sus clásicas banderolas, consignas de combate y cánticos tradicionales, como la Waylía antabambina.  No hay tránsito vehicular. Sólo hombres, mujeres y jóvenes que, sin maldición alguna, caminan de un lugar a otro, de un extremo a otro extremo de la ciudad para asistir a las marchas, coordinar, conversar, comentar los acontecimientos, y aprovisionarse de algo de alimentos y medicinas. No hay violencia en las calles. El ciudadano, la ciudadana camina con libertad como lo hace el policía, luego de las movilizaciones. Hay algo de sentimiento de temor, es cierto, pero cunde la libertad.

Pero, la lucha no es en un solo lado del territorio. La querida ciudad de Andahuaylas ha amanecido paralizada en defensa de la construcción del hospital, como consecuencia del avivamiento de viejas rencillas provincianas en todo Apurímac, enraizada en nuestra historia cultural, alimentada en todos los tiempos por viejos caudillismos que vivieron de la pelea entre hermanos para gozar del poder, el atorrante prestigio social y otras banalidades terrenas.

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